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De verdad que a los ticos nos gusta hablar por hablar. Sin argumentos sólidos, cegados por el fanatismo y carentes de un mesurado razonamiento previo, opinamos con el hígado en la mano y el celular o el teclado en la otra.

Ya finalizamos el mes de la Patria y, en mi limitado entender, aún estoy tratando de descifrar por qué tanto escándalo alrededor del cántico de un himno nacional. El Volcán Turrialba sigue activo, nuestros compatriotas mueren en manos del hampa o en carretera, las finanzas estatales al borde de la quiebra, y aquí algunos iluminados gastan neuronas en si es bueno o no que en las escuelas entonen el himno de Nicaragua. ¡Mucho qué hacer!

Que yo sepa, cantar el de Nicaragua, el de China o el de Burkina Faso, no nos hace más ni menos costarricenses. Ni tampoco se está desvirtuando la razón de ser de nuestros actos cívicos tradicionales que siempre se celebran apegados al protocolo que la festividad demanda. El patriotismo se gana con hechos y no con vacua palabrería. Cada vez que cuidamos nuestros recursos naturales, que cumplimos las leyes, que recibimos con hospitalidad al forastero, estamos siendo legítimos patriotas.

También lo somos cuando estamos en desacuerdo y alzamos la voz, pero nuestra condición se refuerza si lo demostramos con ética, respeto y prudencia, no con criterios chauvinistas y xenofóbicos. ¡Qué culpa tienen los chiquitos nicaragüenses de estar viviendo en Costa Rica y querer progresar asistiendo a clases! Si podemos ayudarles a sentirse más cerca de su hogar con un detalle que nada nos cuesta, para qué negarnos solo por majadería y ganas de joder.

A nadie se le está obligando ni amenazando. No era – como muchos incautos dijeron- una directriz de acatamiento obligatorio ni aplicaba para todos los centros educativos del país. ¡Qué fácil es opinar sin tener nada bueno qué decir o, peor aún, sin informarnos primero! Les tengo el tema para su próxima polémica: ¿el gallo pinto es tico o nica? O que tal este: ¿si escucho merengue y no el punto guanacasteco, soy un traidor de la patria?

Al final, mientras los más grandes seguían enfrascados en absurdos dimes y diretes, nuestros niños, sin distingo de nacionalidad, entonaron o escucharon el himno de una hermana República. A los primeros no les afectó en lo más mínimo y a los segundos se les vio dando un ejemplo de civismo y tolerancia. ¿Quedaron traumados, llegaron a la casa pidiendo nacatamal, se les pegó el acento nicaragüense?

Yo, por ejemplo, en mis años de colegio, tuve que aprenderme y cantar el himno de Estados Unidos. ¿Me hace eso un mal costarricense o un pro yanqui empedernido? Ni lo uno ni lo otro. Fue parte de una formación integral que recibí basada en principios de pluralidad cultural. En otras palabras, es cultura general que a nadie hace daño y a todos nos enriquece y hace mejores ciudadanos de un mundo globalizado.

Que estamos en Costa Rica y que aquí se canta el himno de Costa Rica y punto, como exclamaron, desafiantes, en ese depósito de veneno en que se han convertido las redes sociales. Entonces eliminemos las banderas de otros países en casas, estadios y embajadas, que cuando tengamos partidos de locales en la hexagonal, solo se cante nuestro himno y que en las aulas no se estudie nada de la Guerra de Secesión, la Revolución Industrial y la caída del Muro de Berlín.

¿Qué les parece la idea, iluminados compatriotas? Emulemos el estilo de vida de los habitantes de la isla de Sentinel del Norte y convirtámonos en unos amargados, aislados y salvajes que reniegan cualquier contacto exterior. Creo que nuestros países vecinos estarían muy “orgullosos” de nuestra decisión al arrogarnos los méritos de una vida libre y soberana que no hubiera podido ser posible sin el sentido de unión y espíritu independentista que imperó en la región en 1821.

De haber sido por nosotros únicamente, aún estaríamos esperando a que se aclaren los nublados del día. Y somos tan agradecidos y solidarios que ni siquiera queremos dedicar un minuto a exclamar bellos versos: “Salve a ti, Nicaragua! En tu suelo, ya no ruge la voz del cañón. Ni se tiñe con sangre de hermanos, tu glorioso pendón bicolor”

Próceres de la independencia… ¡perdónennos!