Me llegó por WhatsApp cortesía de una amiga. Era un meme de un niño pobre descalzo, sentado sobre una grada, tocando una especie de flauta, mientras un gato lo observaba entre curioso y admirado. Lo complementaba una leyenda que rezaba: “no importa el tamaño de tu audiencia, sigue haciendo un buen trabajo.”
Me quedé reflexionando al respecto y, como bien dicen, que nada llega por casualidad, ese mismo fin de semana me percaté de cuanta verdad encerraba aquella sencilla pero poderosa imagen.
Andaba de paseo en mi segunda casa, en Pozo Azul de Abangares, Guanacaste, cuando el sobrinito de un querido amigo llegó a saludarme mientras yo disfrutaba, relajado, de un refresco, en la soda del lugar.
Todo transcurría normal y sin novedad, hasta que me preguntó si yo era el de YouTube. Me han reconocido por ser periodista y escritor, pero nunca en mi condición de youtuber. Sin salir de mi asombro y sintiéndome un poquito famoso, le respondí que efectivamente sí era yo.
Para quienes solo me conocen solo en este espacio, procedo a contarles la exclusiva. Aparte de escribir, me gusta imitar. La verdad no sé qué hago mejor, eso queda a criterio de cada quien, pero lo cierto es que cuento, desde hace dos años, con un canal de entretenimiento llamado JR Imitaciones.
Una válvula de escape
Su objetivo, aparte de reírme y hacer reír, es dar rienda suelta a otra de mis pasiones: la imitación. Y aunque no ha crecido lo que quisiera, más por falta de tiempo y disciplina que por la calidad del material –al menos eso quiero pensar- el canal ya acumula más de 40 videos por lo que han desfilado voces y parodias de personajes de películas, deportes, periodismo, cine, series de TV, entre otros campos artísticos y profesionales.
De todas formas, el crecimiento o estancamiento del canal, me tiene sin cuidado pues ni vivo de él ni me creo El Rubius o Luisito Comunica –dos de los youtubers hispanos más famosos y adinerados. Yo lo tengo más como un pasatiempo, como una válvula de escape al estrés, ajetreo y malas noticias de la realidad cotidiana.
Por lo tanto, tampoco le doy mucha pelota a la crítica despiadada que se desata en Internet cada vez que alguien se sale del promedio y se atreve a luchar por sus sueños. Eso es algo muy común y hasta esperable: no hay exitoso que no lo haya experimentado antes de llegar a ser catalogado como tal. Así que a punta de humildad para aceptar la crítica constructiva y a fuerza de toneles de aceite para que me resbale la destructiva, aquí sigo en la faena de ser feliz con lo que hago, sin importar el qué dirán.
No niego que hay momentos de frustración en los que quisiera dejar todo tirado, pero luego me acuerdo del segundo de los cuatro acuerdos de Miguel Ruiz: no te tomes nada personalmente. Y, ya para volver al relato con que inicié estas líneas, traigo a colación otro de los acuerdos de este laureado escritor mexicano: “Haz siempre tu máximo esfuerzo”.
Con el primero, confieso que a veces flaqueo, mas, el segundo, creo que lo he cumplido a cabalidad. Al menos así lo deduje de la conversación que tuve con el pequeño José Julián, quien a sus escasos 8 años se ha convertido en uno de los principales seguidores de mi trabajo en YouTube. Me admitió que no se pierde ninguno de mis videos y, como fiel aficionado al mundo de los superhéroes, sus favoritos son Venom y Batman.
Siempre alguien nos sigue
Aprovechó para interrogarme –qué como hago los videos, qué cuanto tardo, qué cual es el más difícil- y hasta una fotografía nos tomamos, junto a su hermanita de 2 años, Mary Paula, otra fiel seguidora. Al final, no supe cuál de los dos estaba más emocionado. En lo que a mí respecta, aparte de quedarme demostrado, una vez más, lo mucho que debemos aprender de los niños, sobre todo de su sinceridad e inagotable capacidad de asombro, pude entender que, en YouTube, como en la vida, siempre hay alguien siguiéndonos.
No importa si es una o un millón de personas, se trata de honrar siempre el cuarto acuerdo. Hacer las cosas con amor y pasión, dando nuestro máximo esfuerzo, independientemente de quienes o cuántos nos estén viendo. Todos los líderes memorables de la historia iniciaron con un solo seguidor y conforme hicieron de la excelencia su consigna, más y más se fueron uniendo a su causa.
Así se construyen los grandes logros en el hogar, el trabajo, la comunidad… Seamos como el niño de la imagen que le concedía un concierto a su mascota. Que el tamaño de la audiencia no condicione nuestro nivel de entrega y dedicación. Nunca sabemos si el que nos observa puede inspirarse o cambiar su vida con una palabra, un gesto, una sonrisa o una simple imitación.
Gracias Julián y Mary Paula, desde ahora mis fans número uno, por tan valiosa lección.