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La única Cristal que conozco se escribe con C y no era precisamente muy aficionada a los números. Rubia, de ojos verdes, era una linda y agraciada niña que, en mi inocencia infantil, nunca llegué a ver más como una simple compañera de escuela, incapaz de despertarme malicia o pensamiento impuro alguno. Aunque si llegase a volverla a ver después de tantos años, es probable que no me atreva a decir lo mismo, la que sí me puso a pensar, y no muy bien, fue una tocaya suya que trascendió la semana pasada, rodeada de un castillo de fantasía, enfundada en coquetos tonos palo rosa y sosteniendo un cartelito con la leyenda “Ninguna Mujer es Complicada” (¿?).

Ambas igualmente femeninas, esta otra Kristal que conocí, aparte de escribirse con K, se diferencia en que no es tan atractiva como mi compañera y además constituye un claro ejemplo de cómo en este país no nos cuesta nada pasar de lo sublime a lo ridículo en cuanto a asuntos de género se refiere. Una división del BCR exclusiva para atenderlas a ellas, con oficinas impecablemente ordenadas y decoradas de rosadito que asemejan más a la casa de Barbie, a la espera de la llegada su amado Ken, que a una entidad que se jacta de ser el Banco de Costa Rica y no necesariamente el Banco de las Mujeres de Costa Rica.

Pero en fin, cada quien hace con su banco lo que dé le gana y sus razones han de tener los flamantes directivos de la institución para caer en semejante acto de exclusión y machismo bancario.  Si el objetivo era llamar la atención y que hablaran del banco –mal pero que hablaran- lo lograron y con creces. Pero si el objetivo, más bien, era abogar, desde el sector bancario, por la reivindicación de los derechos financieros de la mujer, temo decirles que metieron las de andar y hasta el fondo.

¿Con qué necesidad crear esa anacrónica barrera de género en un sector ideado para la convivencia de ambos sexos en perfecta armonía?  Volviendo a mis años de escuela, esto me recuerda a cuando en el aula se sentaban, en un lado, los niños y, en el otro,  las niñas, como si para escuchar el cuento de la maestra… o hacer fila para solicitar un crédito, necesitáramos un trato diferenciado. Por más nobles y buenas intenciones hayan tenido las mentes brillantes detrás de esta idea, yo lo veo, guardando las distancias, como una especie de segregación moderna por diferencias de sexo.

Si hombres y mujeres, necesitamos de créditos con tasas favorables, planes de ahorro, inversiones a plazo y demás servicios que, en mi limitado entender, deberían funcionar igual para ambos, para qué incurrir en semejante acto de exclusión que no hace más que reforzar estereotipos sociales. ¿Será que la mujer, en su condición de ser complicada, requiere de una especie de aula diferenciada para atender sus complicadas demandas financieras?

Por un momento, eso fue lo que llegué a pensar al ver el concepto publicitario detrás de la onerosa campaña de lanzamiento. ¡Nada más aleado de la realidad! Si en cuestión de finanzas y muchas otras cosas más, ellas son, sin duda, el sexo fuerte. En su condición innata de administradoras del hogar, en ocasiones, por cuenta propia y sin un hombre al lado, ellas logran manejar mejor los presupuestos familiares, demostrando que, en todo caso, los que necesitamos un banco exclusivo y personalizado somos nosotros los hombres, quienes tenemos mucho que aprender de las frágiles mujeres de Kristal –ojo que no lo digo yo, es el BCR-.

No dudo que las mujeres requieren paquetes financieros a su medida. Si así lo exigen cuando andan comprando zapatos o algún vestido, con mucho más razón si lo que está en juego es su futuro y el de sus hijos. Sin embargo, para lograrlo no es necesario semejante despliegue de parafernalia y recursos para abrir un montón de sucursales rositas que parecen haber salido de la mente de la Chica Fresita y no de estrategas en comunicación o expertos en banca y finanzas.

Con una oficina o un cubículo especial en la plataforma de servicios– si quieren pintado de rosa para complacerlos en su abyecto capricho- creo que hubiese sido suficiente y hasta más barato. Al final, la mujer es un segmento más en la amplia cartera de clientes de los bancos, al igual que, por ejemplo, lo constituyen los productores, quienes acaso cuentan con un banco exclusivo, lleno de tierra, carretillos y sacos de papa por doquier.

Bajo esa prehistórica consigna que nos vende el Banco, ahorita vamos a tener sucursales para niños, estudiantes, adultos mayores, gays y hasta mascotas. Ah y por supuesto una solo para hombres porque Dios guarde alguno de nosotros ose romper con nuestra ruda y varonil presencia la cálida armonía palo rosa que cobija las paredes de la nueva banca de Kristal. Si es que nos dejan entrar. ¿Qué les parece si la llamamos Hierro o Acero? Más de uno ya debe estar tomando nota…