Hay que conocer bien Costa Rica antes que otros países. Un consejo muy frecuente con el que estoy de acuerdo. Luego de dos experiencias recientes, llegué a la conclusión que la misma lógica aplica para los habitantes de San José, a quienes invito a explorar a fondo su ciudad antes de enrumbarse, los fines de semana, a la playa o a la montaña.
Hasta más económico y menos estresante les saldría. No hace falta pagar un hotel carísimo ni meterse en las interminables presas de la 27 para llegar a su destino. Basta con salir de la casa y caminar un poco para descubrir y encantarse con los verdaderos íconos de la identidad josefina que tenemos de vecinos y que pocas veces les prestamos la atención que merecen.
La próxima ocasión que ande muy de prisa, deténgase un momento, tome una larga respiración, exhale despacio y observe a su alrededor. Ahí, en medio de la indiferencia y la premura de los agobiados transeúntes, sobresalen sitios emblemáticos que ni la contaminación, la bulla, el caos y la inseguridad han logrado arrebatarles ese dejo de dignidad y orgullo con que guardan en su seno pasajes históricos y nostálgicos de nuestro querido San José de antaño.
El Parque España, el Morazán, el Paseo Damas ,la Escuela Metálica, la Plaza de la Libertad Electoral, entre otros puntos neurálgicos del corazón capitalino, fueron algunos de los lugares que tuve el honor de redescubrir, en su condición de sedes de la edición 2017 del Festival de Verano Transitarte, organizado y ejecutado magistralmente por la Municipalidad, a la que aprovecho para felicitar por tan maravillosa iniciativa.
Mientras buscaba llamar la atención de los visitantes para que adquirieran mi libro, durante mi participación en el Corredor Literario del festival, me reconfortó mirar a la concurrencia caminar presurosa, no para llegar a tiempo a la cita médica o al trabajo, como dictaría la costumbre de nuestro frenético ritmo de vida actual, sino para, lejos del celular y la tecnología, nutrir la mente y el espíritu, escuchando un cuento, viendo una obra de teatro o divirtiéndose con juegos tradicionales.
Por más que Vargas Llosa diga que, en la civilización del espectáculo, prevalece una afición desmedida por el entretenimiento burdo y superficial, me complace saber que en nuestra sociedad hay excepciones y que aún hay costarricenses amantes del arte, la literatura y demás expresiones culturales de calidad que debemos exaltar.
Músicos, actores, comediantes, artesanos, escritores, cantantes, pintores… eran algunos de los protagonistas de una jornada cultural al aire libre, apta para toda la familia. Las actividades realizadas fueron tan diversas como el público que las presenció: niños, jóvenes, adultos, ancianos y mascotas, unidos bajo una misma consigna: rescatar el espacio público urbano a través del apoyo al talento nacional e internacional que distingue a una ciudad amante de sus raíces y tradiciones.
Más de uno se vio en el agradable aprieto de no tener que evadir bolsas de basura, buses, ventas ambulantes ni autos mal estacionados. Los obstáculos de siempre fueron sustituidos por artistas en zancos enfundados en vistosos trajes que repartían saludos efusivos y bailarines que se movían al ritmo de la música típica que alegraba el ambiente de una soleada tarde dominical.
La fila de taxis estacionados en las cercanías del Parque Nacional desapareció cortesía de algún mago callejero que los escondió, junto al conejo, dentro de su sombrero negro. En su lugar, emergieron acróbatas, malabaristas, titiriteros que serpenteaban entre la multitud que se dirigía hacia su próxima parada de un tour urbano, rebosante de creatividad, magia, color y sonrisas.
A escasos kilómetros de ahí, quizá mientras se presentaba la Compañía Nacional de Danza, otros también bailaban, pero en las clases gratuitas de zumba e insanity que imparten todos los domingos a las 10 a.m, en el Parque Metropolitano La Sabana. Otra opción muy saludable para disfrutar de los atractivos que ofrece la ciudad para practicar deporte o sólo caminar y admirar el paisaje de ese pulmón natural que engalana a San José.
Yo lo hice el pasado domingo y es increíble sentir cómo el cuerpo se revitaliza en esos senderos rodeados de árboles de bambú, lagos, aves y lindos recuerdos de infancia. Les conté sólo del Transitarte y los 90 minutos Powerade –también están los Domingos sin Humo en el Paseo Colón-, dos eventos que, en una semana, me demostraron el amplio potencial de una ciudad subestimada, donde sobran las alternativas para disfrutar del arte, la cultura, el ejercicio y muchas actividades de sano esparcimiento que nos llenan de orgullo a todos los josefinos de corazón.