Lo advertí en un artículo escrito en agosto del 2014: “Y espérense, que lo mejor está por venir”. Tres años y dos títulos de Champions después, los hechos me dan la razón. Sin necesidad de ser clarividente ni tener una bola futbolera de cristal, sabía que no podía estar equivocado.
Por más que las circunstancias parecieran adversas y amenazaban con echar por la borda mi pronóstico, nunca pensé en retractarme, pues, aparte de que ya lo dicho, dicho está, tanto en mi blog como en mi libro, yo estaba completamente seguro que la historia terminaría en final feliz.
Nunca dije que el camino iba a ser fácil y, tal como sucedió, surgirían las adversidades que lo harían flaquear, pero, aunque muchos no lo sepan y al protagonista de estas líneas le importe poco, si hubo alguien que confió en la capacidad de Keylor Navas, fui yo.
Sus virtudes…
Y no lo digo porque, guardando las abismales distancias del caso, compartamos el mismo gusto por la portería –sé las dificultades que el puesto conlleva, aunque sea en las mejengas de barrio-, sino más bien porque, si algo he aprendido de la vida es que cuando se es poseedor de un gran talento y este se mezcla con habilidad, disciplina, tesón, sacrificio, fe, entre otro montón de virtudes que Keylor reúne con creces, los resultados favorables, tarde o temprano, llegan.
No significa esto que en algún momento no criticara sus desafortunadas acciones en la cancha, al igual que lo hicieron muchos costarricenses, pero lo que nunca puse en duda –como sí lo hicieron muchos más- es que él se iba a levantar de esa mala racha que lo aquejaba.
¿Ustedes creen que los logros conseguidos por Navas, le hubieran sabido igual de dulces, a él y a muchos de los que los celebramos con orgullo, si antes no hubiera pasado por todo lo que pasó? El que haya alcanzado el éxito sin caerse y embarrialarse primero, que levante la mano. Las vicisitudes siempre van a estar presentes en la lucha diaria que libra cualquier ser humano –dejemos lo de deportista- por alcanzar sus más encumbrados sueños.
Y vaya que el meta nacional las tuvo. No, si es que la metralla recibida no fue jugando. Fue peor a la que ha enfrentado en todos los partidos de su carrera juntos. Rechifla de la afición, duras e hirientes críticas de la pseudoprensa española –hasta con su religión se metieron- la sombra permanente de De Gea, las negociaciones subrepticias de Florentino Pérez, el cuestionamiento de sus propios compatriotas…
Presión de locura
Como si no fuera poca la presión de ser el portero titular del Real Madrid, también debió lidiar con un entorno negativo y pesado que, digámoslo así, a cualquier otro, como mínimo, habría vuelto loco. Es más, vayámonos unas semanas atrás, cuando las espinas saltaban por doquier, y pongamos a Cristiano Ronaldo o al mismo Messi en los zapatos y guantes del tico a ver si aguantan.
¡Qué clase de resiliencia de la que hizo gala Keylor Navas, señoras y señores! Para aplaudir de pie, toda una lección de vida, inspiradora y digna de emular, en cualquier ámbito que usted se desenvuelva. Esa es, en mi opinión, la mayor de sus virtudes, sin lugar a dudas. Solito él, amparado en su familia, su fe y su autoconfianza–ni siquiera psicólogo necesitó – salió del bache y demostró su valía a prueba de todo.
“El viaje es lo que nos da la felicidad, no el destino”, dice una de mis películas favoritas, El camino de un guerrero. No sé si Keylor la habrá visto, pero aplicó esa enseñanza a la perfección. Precisamente los retos enfrentados en el camino son los que aquilatan el logro alcanzado por este guerrero del Sur: un total de 14 cetros a nivel de clubes; únicamente le faltan la Copa del Rey y la Supercopa de España.
A ese ritmo no sería de extrañar que dentro de poco tiempo sea considerado el mejor portero del mundo y creo que ya tenemos evidencia de sobra para catalogarlo como el mejor en la historia del fútbol nacional. ¿Será que ese pronóstico también se me cumple? Conociendo a nuestro portero… ¡claro que sí!