Por dicha no me acusó con su mamá, ni me recetó una trompada como las que, enojado, le propinaba al Chavo. Por el contrario, andaba alegre y de buenas; quizás venía de jugar con su pelota cuadrada o le habían regalado cinco pesos para que se comprara una paleta o un globo.

Lo cierto es que me cayó demasiado bien. Amable, sonriente, espontáneo, un tipo muy pura vida. Pese a ser considerado un niño consentido, llorón y un tanto presumido, ese día fue humilde y accesible, riendo, vacilando y hasta compartiendo infidencias del programa que lo catapultó al éxito mundial.

Si, como yo, usted es un fan asiduo del Chavo del Ocho, de fijo sabe de quién le estoy hablando. Así es, del querido y popular Kiko, interpretado por otro súper comediante y actor, Carlos Villagrán Eslava.

Vino a Costa Rica, invitado por la organización de un reconocido evento geek, y en la víspera, durante su gira de medios, hizo una parada estratégica en el programa Pelando el Ojo, de Radio Monumental, donde mis compañeros y yo tuvimos la valiosa oportunidad de conocerlo y, de paso, cumplir un sueño de infancia.

Lo había visto muchas veces pantalla de por medio. Primero, en aquellas nostálgicas tardes de leche y galletas, después de la escuela, frente al televisor rojo de perilla de mi casa, o más recientemente, ya adulto, por YouTube o ViX, donde se encuentran las afamadas series del universo de Chespirito.

Para serles sincero, siempre había soñado con algún día estar en el Foro 2 de Televisa San Ángel, sede de la icónica vecindad, o, al menos, ver en persona a alguien del elenco (a algunos de mis compañeros ya se les había cumplido el deseo cuando -¡vaya envidia!- compartieron con el ya fallecido Roberto Gómez Bolaños)

Lo primero no ha sido posible -por el momento – pero lo segundo, por fortuna, se me cumplió el pasado viernes, cuando tuve el privilegio de conocer a mi personaje favorito después de don Ramón.

Pese a la mala fama de altivo y arrogante que algunos le han querido endilgar, la verdad es que, no más llegando, se encargó de derribar todos los prejuicios con su sonrisa, amabilidad y don de gentes. Don Carlos se portó a la altura, saludando y conversando con todo aquel que se le cruzara en el camino.

A nadie le recetó su icónico “no me simpatizas” ni su no menos recordado “chusma, chusma”, sino más bien repartió apretones de mano y abrazos por doquier, al mejor estilo de Chavo y Kiko en el capítulo de la cena de Navidad

Durante los más de 30 minutos de entrevista (al principio pensamos que, a lo sumo, serían unos 15), hizo gala de su lucidez, brillante sentido del humor, y esa capacidad envidiable de sacar chistes al vuelo de cuánto comentario o pregunta le hagan en el momento, una virtud reservada para los grandes maestros de la comedia.

Si bien hace un par de años años dejó de interpretar al personaje que lo lanzaría a la fama, aún gusta complacer al público con algunos de sus típicos gestos, dichos y diálogos (que nos sabemos de memoria y siguen haciéndonos reír) y hasta esa graciosa forma destramada de pararse con los pies doblados hacia adentro.

Demostró que no es casualidad que el gran Chespirito se haya fijado en él y lo haya integrado al más virtuoso elenco de la comedia televisiva de la segunda mitad del siglo pasado. Extrovertido, ocurrente, con una chispa humorística inalterable que muchos en el gremio nos desearíamos. Afirma estar un poco sordo, pero eso no le impide seguir siendo igual o más chistoso que en sus mejores tiempos dorados, allá por las décadas de los 70 y 80.

De verbo locuaz y punzante, no desaprovecha ocasión para dar rienda suelta a su sentido del humor, a veces blanco, como el que derrochó a lo largo de su carrera; otras veces, como buen comediante mexicano, un poco más oscuro y ácido, el cual demostró al referirse a su mamá, doña Florinda, a quien, en sus propias palabras, la velan cada que se duerme. (cruel pero fino)

Nos reveló jugosas anécdotas del programa como el miembro de elenco más quejoso, los ataques de risa de los camarógrafos y que los diálogos se los aprendían de memoria de principio a fin y por eso todo transcurría de forma tan natural y fluida durante las grabaciones.

Si quiere repasar estas y otras vivencias le invitamos a ver la entrevista que le hicimos en Pelando el Ojo, disponible en YouTube y que -a hoy- ya suma más de 19 mil visualizaciones. Ese día casi todo el elenco en pleno se dio cita puntualmente para conocer al intérprete del Sabandija y el Cuajinais, el enemigo número uno del Chapulín Colorado.

Y no era para menos. Habíamos crecido viendo El Chavo del Ocho y, no solo como humoristas, sino también como fieles seguidores de Chespirito, no podíamos dejar pasar la oportunidad de oro (de esas que son una vez en la vida) de saludar, admirar y agradecer a un ídolo de nuestra infancia por tantas risas y bellos momentos. En nombre de mis compañeros, me atrevo a decir que ese día nuestro niño interior fue feliz, muy feliz.

Pese a los nervios por estar frente a una leyenda viva de la televisión internacional, pudimos hacerle preguntas sobre su vida y obra. En mi caso y quizá intuyendo mi fiel devoción hacia El Chavo, el director del programa, Norval Calvo, me hizo pasar a cabina para formularle una pregunta al invitado, pese a que ese día no me correspondía participar ni tampoco iba muy preparado.

A través de mi personaje “Fosforito”, le consulté sobre la proyección internacional del programa y los años de vigencia entre los fans de Costa Rica y el mundo. De la emoción que sentía no recuerdo exactamente qué me respondió, pero, a grandes rasgos, sí admitió lo que todos sospechábamos desde un principio: que el enorme éxito del programa nunca lo imaginaron y aún hoy les cuesta dimensionar que haya hasta una versión de Kiko hablando coreano.

Al finalizar, se despidió afectuosamente de nosotros, no sin antes posar para una foto grupal y tomarse otras fotos individuales con cada una de las más de 20 personas presentes. Un recuerdo que, sin duda, atesoraremos por siempre.

Como si fuera poco, antes de regresar al hotel y pese al cansancio de una extenuante jornada de entrevistas, reservó unos minutos adicionales para saludar a algunos fans que, entre aplausos y vítores, lo aclamaban en las afueras de la radio. Sabe que, sin ellos, no sería nadie y por eso los complace y reitera su eterno agradecimiento.

Pareciera como que, en cada acto o palabra, honrara el estribillo de aquella pegajosa canción que bailaba junto a la Popis, Ñoño, La Chilindrina y el Chavo y que rezaba “mañana viejo serás, viejo serás, viejo serás, a menos que con afán, que con afán conserves tus inquietudes y así nunca envejecerás” (doble puntaje si lo leyó cantado).

Sin duda, el gran Carlos Villagrán “Pirolo” lo ha logrado con creces. Un niño con traje de marinerito frente a las cámaras y todo un caballero y maestro de la comedia detrás de ellas. Si serás, si serás… un genio. Definitivamente… ¡sí nos simpatizas!