Estamos a un día que suceda el extraño fenómeno de cada cuatro años. De repente el sol deja de ser el centro de nuestro Sistema Solar y su lugar será ocupado por otro cuerpo igualmente redondeado pero de avanzada tecnología, llamado en esta ocasión brazuca. Así es, la Tierra, en menos de 24 horas estará girando durante todo un mes alrededor de un balón. El mundo entero se detendrá para volcar su mirada a lo que ocurra en la sede pro témpore del Planeta Fútbol: Brasil.
Mejor lugar no pudo haber sido designado para esta gran fiesta deportiva. El único país donde el fútbol es casi una deidad de culto obligatorio. En la playa, en las canchas, en los estadios, en la calle, en las favelas, en todo momento y lugar se ven niños, jóvenes y adultos corriendo detrás de un balón. A la par de los carnavales de Río, el futbol es de sus mayores atractivos, casi un símbolo nacional, motivo de grandes satisfacciones y cuna de verdaderos monstruos de la pelota, la técnica y el regate. Sócrates, Garrincha, Ronaldo, Romario, Tostao, Neymar y por supuesto el mítico Pelé. La lista de ayer y hoy es grande, tanto como la pasión que despiertan estas figuras entre sus conciudadanos y demás conocedores del balompié universal. Brasil es sinónimo de fútbol y punto. Es el condimento perfecto para hacer de este mundial un verdadero manjar para todos nosotros, los aficionados al deporte rey.
A partir del jueves 12 de junio, no habrá otro tema de conversación. En la casa, en el trabajo, en el bus, en el taxi, en las reuniones de negocio será referente obligatorio, el rompe hielo predilecto. El que recoge basura, el alto ejecutivo, hasta el Presidente Luis Guillermo Solís debe estar viendo cómo saca tiempo de su apretada agenda para disfrutar de los choques más esperados. Es increíble observar cómo un Mundial de Fútbol puede alterar el estilo de vida normal de un país. Las empresas acomodan sus horarios para ver los partidos, el Gobierno valora asuetos para el sector público, los estudiantes llevan radios o teles portátiles a sus centros de estudio, la gente gasta sus ahorros en comprar la mejor pantalla… en fin, nada es como antes durante un Mundial.
Me atrevo a decir que casi todo se paraliza, con más razón si el país de uno se encuentra en competencia. Apuesto que el próximo sábado a la 1 p.m. no se moverá una hoja en Tiquicia a la espera de lo que suceda en nuestro debut contra Uruguay, lo mismo en los encuentros subsiguientes. Hasta quienes no gustan del fútbol son arrastrados, por inercia o resignación, a ser parte de la histeria colectiva que desata la cita mundialista. ¡De lo que es capaz el fútbol! Goza de una capacidad de unificación nacional que más de un político se la desearía. Nos olvidamos de las huelgas, de las alzas en los combustibles, de los sindicatos, de las deudas, de todo.
Bien dicen que el fútbol es el opio del pueblo. Nada como un Mundial para comprobar cuan cierto es. Todos nos cobijamos con la bandera tricolor, henchidos de orgullo por ser ticos, dejando de lado nuestras diferencias y discordias para otro día, tal vez cuando termine Brasil 2014. Nos convertimos en una gran familia solidaria. Somos uno solo; nos conocemos de toda la vida, hablamos, reímos y lloramos juntos, al calor de los triunfos o derrotas de la Selección. Ooooeee ooooeeee ooooeee Ticos Ticos… ese es nuestro grito de guerra, la consigna de un pueblo unido por su amor a la bandera que ondeará con en las sedes mundialistas. Vibramos, con lágrimas en los ojos y la piel erizada, al escuchar las notas del Himno Nacional en televisión abierta para el mundo. Todo un ejemplo de patriotismo, de fervor cívico que debería prolongarse más allá del mes que dura el Mundial.
Dichosos los ticos que podrán vivirlo en carne propia en la Tierra de la Samba. Un lujo o un golpe de suerte que muchos deseamos pero reservado sólo para unos pocos afortunados o adinerados que estarán apoyando de cerca a la Sele y de paso bronceándose en Copacabana, bebiendo una caipiriña o deleitándose con las hermosas garotas. ¡Qué envidia!
Lo importante es que tanto en la cancha, como en las gradas, estaremos bien representados, a la espera de que nuestros gladiadores escriban con sudor y sangre un capítulo de victoria en el libro dorado de nuestras hazañas deportivas. Brasil y el mundo entero serán testigos de ello. ¡Vamos Ticos. Sí se puede!