Más de uno diría que debería estar chineando nietos o sentado en el parque jugando dominó, pero no, parece que, a sus 75 años, su mayor pasatiempo es volver a la Presidencia. Como quien no quiere la cosa, don Oscar Arias, con la solemnidad y el señorío que lo caracterizan, sale a la prensa anunciando una solapada intención de regresar, más por presión de terceros que por convicción propia (no la quiero, no la quiero pero échamela en el sombrero). Dice que tiene que consultarlo con la almohada, la familia, los hijos y hasta con el guachi de la casa, antes de soltar la bomba, pero más de uno se anticipa a pensar que el hombre no es de mucho rogar y la hará estallar antes de tiempo. Por lo que si los astros se alinean a su favor y el asma no le ataca en medio ajetreo de campaña, es casi seguro que lo volveremos a ver en el ruedo… por tercera vez, enfrentando a un rival político, que también quiere repetir… por segunda vez. Conclusión: en Costa Rica no hay gente capacitada para gobernar y tenemos que recurrir a los mismos de siempre.
No tengo nada en contra de Oscar ni de Chema, ellos están en su potestad de decidir si quieren o no volverse a comer ese chicharrón y no indigestarse en el intento. Allá la gente si los escoge, ellos simplemente –supongo yo- respetarían la voluntad popular. Lo que más me atormenta en este refrito de consigna de Mc Arthur – me voy pero volveré – es que demuestra cierta resignación y un tanto de conformismo, combinado con hastío, del electorado. Dado que lo nuevo –Luis Guillermo Solís- no resulta, mejor volvamos a lo viejo. Como quien dice, más vale malo conocido que bueno por conocer. No es mi intención entrar a analizar las gestiones pasadas de ambos personajes ni determinar si se lo merecen o no. Puede que se lo merezcan pero eso no garantiza que sea la decisión correcta para nuestra institucionalidad. Ya veremos en el 2018. Tampoco desmerito la preparación académica, trayectoria y colmillo político de los caudillos liberacionistas en brega.
Lo que más me atormenta de todo esto, es la falta de memoria histórica que evidenciamos los costarricenses ante el solo hecho de que Arias y Figueres nos coqueteen en las narices con una decisión de semejante envergadura. Como en todo, algunos apoyan, otros se oponen a ultranza, mientras hay quienes les vale un perico. Pero de que hay algo que no me cuadra en todo esto, lo hay. Queda claro, en primer lugar, que cuando alegamos hartazgo de los políticos tradicionales, apatía, desencanto y una inclinación hacia el abstencionismo, lo hacen de la boca para afuera. En el fondo quieren más de lo mismo, la resistencia al cambio los doblega, prefieren continuar “jugándosela” con el nadadito de perro al que nos han arrastrado los políticos de antes, de hoy y de siempre.
Ya el resultado de las elecciones municipales nos lanzó una clara señal de un deseo colectivo de volver a las prácticas bipartidistas de antaño porque, con tanto jugador en la arena política, cuesta demasiado meter goles que sean gritados por las mayorías. Con su errático accionar, la administración Solís les está allanando el camino a los zorros viejos de la política. ¿Y por qué no podemos abrirle campo más bien -por llamarlo de alguna forma- a las ovejas tiernas del rebaño? Ya la primera nos salió güera, pero recordemos que una golondrina no hace verano. Pueden venir muchas otras atrás que se merecen la oportunidad de cambiarle el rostro a la política criolla, de inyectar sangre nueva, de oxigenarnos con ideas frescas y de ver rostros jóvenes dando el ansiado vuelco de timón. ¿Quién se apunta? De lo contrario, ante ese vacío innegable, los oportunistas del pasado verán el manjar del cuatrienio servido en bandeja de oro, no sabemos si por una verdadera convicción de servicio o por simple capricho, vanidad o deseos de coleccionar bandas presidenciales como quien acumula medallas de carreras.
Tenemos muchos presidentes de ingrata memoria, en Sudamérica y en nuestro vecino país del norte, que parecen obsesionados con la investidura conferida. Precisamente dos de esos que tanto los critican desde acá, de repente se ven emulando las misma práctica nociva para la democracia y su imprescindible principio de alternabilidad en el poder. No les importa, están muy ocupados entonando a viva voz: Y volver, volver, volveeeeeer…