No hay peor negocio para un gobernante que pelarse con la prensa. No gana ni uno ni otro bando y más bien todos perdemos, incluyendo los mismos periodistas que vemos seriamente comprometida nuestra credibilidad. Pensé que don Luis Guillermo Solís, como buen académico y estudioso de la realidad nacional, lo tenía claro, pero ya veo que muy temprano en su gestión está cayendo en el mismo jueguito de sus antecesores: culpar a la prensa de todo lo malo que pasa y de todo lo bueno que deja de pasar. Tal parece que en política nadie escarmienta por cabeza ajena.
Ahora resulta que los periodistas son los que están provocando cierres de empresas y evitando que el precio de la luz baje. Es más, como parte de una sociedad, somos una víctima más de los desaciertos políticos que afectan al costarricense promedio sea éste taxista, empresario, albañil o periodista. Que yo sepa en las elecciones pasadas lo que hicimos fue escoger presidente y no director de La Nación o de Canal 7. Es el Presidente y su equipo los que tienen que demostrar que vinieron para poner este país a caminar –ojalá a correr- y no para andar peleando con el primer mortal que ose criticarlos micrófono o libreta en mano. Hay cosas más importantes por hacer en este país que estar pendiente de un titular de periódico. Si están trabajando bien, la opinión pública lo reconocerá y si se va por mal camino, simplemente seguiremos la recomendación hecha pública por el Presidente en su discurso de toma posesión, cuando dijo “si me equivoco, corríjanme”. Pero si no se deja corregir y más bien se enoja, está complicado.
Actualmente no es sólo la prensa la que señala desaciertos, la misma población, que a lo mejor ni Internet ni plata tiene para andar comprando periódicos, están clamando por un golpe urgente de timón. Aquí nadie está inventando lo que se percibe a diario a todas luces. Que nos falta competitividad, que la inseguridad aumenta, que la plata no alcanza, que no hay trabajo… entre muchas penurias más. Esto no es producto de una prensa esquizofrénica que se dedica a transmitir cuentos de ficción. ¡No señores! Es un fiel relejo de la cruda realidad que nos golpea en la cara todos los días. Es lo que palpamos en la calle, en el mercado, en el bus… en todo lado, menos en los aviones donde el Presidente pasa metido la mayor parte del tiempo, viajando a China, las Europas o al Planeta Melmac, en busca de su extraterrestre perdido. Al tico, con esos cuentos alienígenas, ¡por favor!
Que quede algo muy claro. La prensa no está para servir de caja de resonancia de “lo maravilloso” que ocurre en el imaginario país color de rosa donde viven LGS y compañía. Si así lo desean que contraten una agencia de relaciones públicas. No digo que lo positivo debe dejar de ser noticia, pero tampoco que nuestras autoridades esperen una prensa complaciente y acomodada, regida bajo aquella máxima improcedente para los periodistas, de que calladitos más bonitos. Los medios de comunicación, como garantes del sistema de contrapesos que debe existir en democracia, no renunciarán a su papel fiscalizador, por más que insistan en llamados de censura, disfrazados de debates sobre la ética en el ejercicio periodístico. No necesitamos que nos vengan a decir cómo hacer nuestro trabajo. Que la prensa se dedique a informar y el Presidente a gobernar bien. Punto.
Y si tanto es el interés del mandatario en responsabilizar a la prensa porque Melvin Jiménez perdió autoridad política o porque los diputados aprueban la ampliación de la ruta 32 sin leer antes el contrato, le recuerdo que, en los tiempos modernos, la responsabilidad principal en los procesos de formación de opinión pública, recae más sobre las nuevas tecnologías de información y menos en los grandes emporios mediáticos, venidos a menos ante el auge arrollador de las redes sociales, que nos mantienen en conexión constante, inmediata y sin filtros ideológicos de lo que acontece en nuestro entorno. La agenda de discusión nacional hoy se circunscribe a los topic trends –temas recurrentes- de las redes sociales y cada vez menos a lo que dicta la línea editorial de un medio. En conclusión, como lo he dicho en reiteradas ocasiones, el poder de la información en manos de la gente común y no de empresas privadas, con claros intereses políticos y económicos.
Por más que don Luis Guillermo se empecine en lo contrario, queriendo gritarle al mundo que la prensa es la culpable de todas sus angustias y todos sus quebrantos, esa cantaleta ya nadie se la va a creer y más bien puede que contribuya a hundirlo más en el sótano de la impopularidad. Yo lo veo como un fiel reflejo de la odiosa maña del tico de andar buscando chivos expiatorios por doquier. Un síntoma más de esa práctica generalizada de trasladar a terceros las responsabilidades propias. Es que los chinos, es que Estados Unidos, es que los árbitros… ejemplos sobran y en todos los campos. Ni siquiera Zapote escapa a este rasgo cultural que nos desnuda como sociedad. La política del yo no fui fue teté en su máximo esplendor. Es hora de soluciones, no de culpables.