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Una de las máximas de los primeros auxilios es “no queremos héroes”. Me quedó claro desde el primer día que decidí tomar el curso, en el cual, de entrada, nos advirtieron que si va a ayudar, hágalo de manera segura, sin arriesgar su vida. Ya tenemos suficiente con una víctima, como para hacer más grande la emergencia.

Creo que lo mismo aplica para otras circunstancias y contextos, incluidas las denuncias de acoso por redes sociales. Antes de que me tilden de depravado a mí también, aclaro que repudio y condeno cualquier manifestación de agresión física, verbal o psicológica contra por cualquier persona, sin importar su edad, género, color de piel o nacionalidad.

Y por eso me uno a la cruzada nacional en contra de la violencia sexual de la que principalmente nuestras mujeres son víctimas y elevo mi oración para que uno de sus máximos exponentes, el joven Gerardo Cruz, se recupere del atentado del que fue objeto esta semana, precisamente tres días después de denunciar públicamente a un acosador que hacía de las suyas en plena vía pública.

No voy a ponerme aquí a relacionar una cosa con la otra. Aunque pecaría de ingenuo en pensar lo contrario,  mejor esperar a que sean las autoridades las que digan la última y válida palabra. De momento lo que le digo a Gerardo es que si sobrevive –Dios quiera que así sea- por favor no lo vuelva a hacer… al menos no en redes sociales. Hago extensivo el mensaje al resto de la población. Estoy totalmente de acuerdo con la causa que defendió Gerardo pero no la forma en que procedió con la denuncia. Aquí, tal vez, pecó de ingenuo e impulsivo, más no de falta de solidaridad y valentía. Sin embargo, recordemos que, en ocasiones, hasta para ser solidario y valiente, hay que protegerse. Si lo vemos hasta en las mismas películas de súper héroes donde optan por usar antifaces y trajes especiales en su lucha contra el mal, con mucho más razón uno que no tiene tan siquiera visión de Rayos X o Batimóvil.

Y en cambio nos sobran las criptonitas: nombre completo en Facebook, información personal, fotos de familiares y amigos, lugares que he visitado… en fin, totalmente expuestos y a la merced de las andanzas, el rencor y la sed de venganza de más de uno que pulula por ahí con veneno en los dedos, para escribir la peor ofensa, y maldad en el corazón, para pasar de las palabras a los hechos, ya no detrás de una pantalla, sino más bien sosteniendo un puñal o una pistola.

Puede que por tratar de ser redentores, terminemos crucificados.  Como lo dije en un principio, en esta sociedad no hay lugar para los héroes. Lo que ocupamos es gente que con el mismo carácter y valentía alce la voz y denuncie, pero por las vías institucionales y democráticas propias de nuestro Estado de Derecho. Para eso están los tribunales, el OIJ, la Fuerza Pública, los medios de comunicación, la Defensoría de los Habitantes. Si aún así, desea subirlo a redes, siga el consejo de un amigo y hágalo desde un perfil falso o anónimo.

“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” dice una de las frases más celebres de la saga de Batman. Y tal parece que uno de los más grandes poderes modernos, en esta época de vertiginosos avances tecnológicos, es un teléfono inteligente que más puede funcionar como un kit de espionaje –con cámara y audios de alta resolución- que como un simple aparato para llamar o twittear. Si, por ejemplo, de pura casualidad me convierto en testigo de un homicidio y hasta pude grabar la cara de los criminales, no por eso lo voy a subir a Facebook y arriesgarme que me maten a mí también. No podemos comparar un asesino declarado con un enfermo “samueleador” pero ante el desconocimiento que tenemos del victimario es mejor no confiarse y medirlos con la misma vara.

Por más que el enojo y la indignación nos induzcan a actuar en la dirección contraria, optemos siempre por el camino de la prudencia y la sensatez. No podemos jugar de justicieros a costa de nuestra vida o integridad física. Puede sonar feo, pero para mí, más vale un cobarde vivo que actuó por la vía institucional que un héroe muerto por tomar la justicia con sus manos. O, en su defecto, un sobreviviente de agresión bajo riesgo de ser demandado por infringir el derecho a imagen y privacidad de terceros. Solo en este país del revés donde se requieren esfuerzos heroicos para tratar de enderezarlo. ¡Vaya labor titánica nos espera!