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Metidos de lleno en los albores del 2016, lo único que ha pasado en este país son las pintas de enero. Aparte de eso, estamos iguales o peor, viendo pasar el tiempo, como en la Puerta de Alcalá. Pareciera que seguimos en el impasse navideño, celebrando el cincuenta y pico de diciembre. Para decirlo en buen castellano, andamos como algunos coterráneos ahorita en Palmares o Dulce Nombre de Cartago: en una pura fiesta. ¡Qué viva la pepa!

Por un momento pensé –¡oh ingenuidad! – que el país y sus respectivas autoridades políticas arrancaban este año vital con su lista de (des)propósitos bien definida, pero ya veo que, las ráfagas de viento recientes no sólo se trajeron abajo el rótulo de Mc Donald`s, en Guadalupe, sino también la voluntad y las ganas de entrarle, con machete y arado, a la encharralada finca en la que estamos atollados.

Les pasó las de muchos con resaca de rompope y tamales: empezaron muy “foforones”  y, a las primeras de cambio, se olvidaron de seguir yendo al gimnasio, iniciar  la dieta o pagar las deudas. Infestados por el síndrome del cangrejo, no conocen de linga ni grúa capaz de permitirles sortear con éxito la cuesta de enero y avizorar buenas nuevas en el impredecible horizonte del 2016.

No habíamos terminado de digerir el último gallo de pierna de cerdo, cuando nos sorprende –aunque tal vez ni tanto por las presiones a las que fue sometido- la inminente salida del Ministro de Obras Públicas y Transportes o lo que yo llamaría la víctima de turno. Esa cartera, junto a la de Hacienda, es un hueso duro de roer al que casi nadie le entra y el que se anima no sobrevive los cuatro años .

El temor a ser atacado por el montón de hormigas que lo corroen desde años atrás, entiéndase, la burocracia, la politiquería, el exceso de trámites, las apelaciones, las improvisaciones -y agréguele todo lo demás que usted quiera- obliga al jerarca a lanzar la toalla antes de tiempo, ya sea por frustración, dignidad o mero instinto de supervivencia. Viendo la larga lista de exministros del MOPT no creo que sea un asunto de capacidad. Hay un trasfondo más complejo que desencantaría al mismo Rudolph Giuliani.

Desde hace ya varias administraciones vemos que el que llega, por más nobles propósitos que lo inspiren, pronto termina trasquilado, enmarañado en ese laberinto de normas, reglamentos y poderes fácticos que hacen que ni un hueco pueda llenarse sin que la Contraloría, el vecino o la Sala IV peguen el brinco.. Y mientras tanto, con candil en mano, iluminamos nuestra resignada marcha en retroceso a los tiempos de carreta y bueyes.

Adicional a la obra pública, la otra imperiosa tarea pendiente, es la de una solución urgente y definitiva al déficit fiscal. Pero, a como estamos, es más fácil que la mayoría de costarricenses aprueben la gestión de Luis Guillermo Solís, que lograr un consenso alrededor de tan espinoso tema el cual parece avanzar a paso de diputado tico (lentísmo). Ya los legisladores rechazaron ad portas la posibilidad de una vía rápida para impuestos, por más que el Gobierno prenda velas y baje todos los santos de la sanación económica. Así que, sin ser Minor Khayan, puedo observar en mi bola de cristal un tortuoso camino hacia la resolución del mayor de nuestros males.

Mientras tanto, a lo lejos, para terminar de hacerla, se escuchan tambores de guerra anunciando las primeras manifestaciones del año por parte de la fuerza roja, en contra de Uber. De momento, desistieron por prohibición expresa del TSE de realizar movimientos callejeros en día de elecciones, pero el descontento de ellos y de muchos otros sectores permanece y se acrecienta; un síntoma grave que no se puede pasar por alto. Esperemos muchos opten por negociar sobre la mesa y no sobre el asfalto.

Otros titulares que  ensombrecen el panorama: la gripe AH1N1 no da tregua y cobra su víctima número 30, la Oposición madruga al Gobierno en la elección del próximo Directorio, y el proyecto de recorte de pensiones abre el portillo para la jubilación temprana de los funcionarios legislativos. Y esto es solo que pude ojear por encimita en el periódico de hoy.  No es que esté iniciando el nuevo año en modo amargado y con tintes de pesimista empedernido, pero cuando uno ve cada cosa que pasa aquí, cortesía de más de un pseudo-político, no queda más que persignarse y pedirle a Dios que el “batacazo” contra la aciaga realidad nuestra no sea tan duro como lo anticipan las pintas políticas del 2016.

Sin embargo, sirva la advertencia temprana para corregir el atrofiado rumbo de esta barca que si se hunde nos vamos todos al fondo con ella. Reflexionemos, rectifiquemos y embarquémonos juntos hacia nuevos y mejores derroteros.  ¡Nos lo merecemos! Hagamos de este un auténtico feliz y próspero año nuevo.