Noviembre de 2016. ¡Qué mesecito, por Dios! Ganó Trump, murieron futbolistas y expresidentes, una tragedia áerea, un huracán, pérdidas, damnificados y, para terminarla de redondear, cerramos con un fuerte sismo en Cartago.
¿Algo más? Dios nos libre. Ya fue suficiente. Como dicen popularmente, nos traían a trompada de loco. No salíamos de una para meternos en diez. “¡Ya, paren esto que yo aquí me bajo!”, me daban ganas de gritar en medio de la aciaga cadena de infortunios.
Las siete plagas se quedaron cortas entre tanta mala noticia. Y por dicha, noviembre tiene 30 días y no 31. No creo haber soportado 24 horas más en las que cualquier cosa podía pasar. Definitivamente lo mejor que le pudo ocurrir al –literalmente- mes negro es que se acabara. Esperemos que, ya entrados de lleno en diciembre, los aires navideños traigan consigo alentadores motivos para recuperar el entusiasmo y el optimismo.
Tal vez no hay muchas razones para estar alegres frente a tanta calamidad, pero como todo lo que nos pasa es un aprendizaje, sea bueno, malo o feo, sirva la montaña rusa que experimentamos en noviembre para reflexionar sobre algunos temas vitales de cara al fin y principio de año.
Cinco valiosas lecciones
- Primeramente, la fugacidad del tiempo. Dirán que es un concepto algo relativo, pero creo que la mayoría coincidimos en que es lo que más rápido se nos va. Parece que fue ayer cuando estábamos guardando los adornos navideños y ya hoy están desempolvados y colocados de nuevo ¿En qué momento nos robaron no sólo el mes de abril, sino el año completo? En definitiva, el tiempo es lo más preciado que tenemos, un valioso activo intangible que, una vez, perdido ya nunca más lo recobraremos. ¡Hasta los santos lo lloran! Por eso hay que aprovecharlo mientras se tenga y entregarlo sin condiciones a las obras y personas que verdaderamente lo merecen. De lo contrario, el celular, las redes sociales o la fura de la naturaleza se encargarán de robárnoslo sin compasión.
- Segundo, la vida es ahora, no fue ayer ni será mañana. No me cansaré de repetir la sabia frase del coronel Slade –Al Pacino- en la magistral película, Perfume de Mujer. “La vida se vive un momento”. Es lo único que tenemos asegurado, no hay más. No sabemos si segundos después ya será demasiado tarde para emprender un nuevo reto, hacer un ansiado viaje, expresar un sentido te amo o dar un sincero cumplido. Hoy estamos, mañana no sabemos, dice una frase trillada pero muy cierta.
- Tercero, la vida es muy frágil. En un pestañeo, un huracán, un avión siniestrado nos lo puede quitar todo, hasta la vida misma. A la muerte le importa un bledo dinero, fama, clase social, profesión y demás espejismos revestidos de una falsa ilusión de inmortalidad. Falleció un humilde niño, atropellado en La Garita de Alajuela; fallecieron 20 jugadores del Chapecoense de Brasil, en un accidente áereo. Para todos, el destino fue el mismo; para los que lo sobrevivimos, tarde o temprano, también lo será, ya sea que lleguemos en limosina o en carretillo.
- Cuarto, no cuestionemos los designios de Dios. Por más que lo hagamos, nada devolverá a los futbolistas del club brasileño, como tampoco nada devolverá al excapitán saprissista, Gabriel Badilla, quien se nos adelantó mientras hacía lo que tanto le apasionaba: practicar deporte, el mismo que le había regalado tantas alegrías, en la disciplina del fútbol, le arrebataba la vida mientras corría. “La vida es un misterio, no desperdicies tu tiempo tratando de entenderla”, reza una de las frases célebres de la grandiosa película, El Camino de un Guerrero, al hacer alusión a las paradojas, una de las tres grandes reglas de nuestra existencia. Si ya la vio, sabrá cuáles son las otras dos. Si no, véala y descúbralo. ¡No se arrepentirá!
- Quinto, hay gente en Upala y Bagaces que aún nos necesita, ahora más que nunca. Viene la etapa más crítica: la reconstrucción y vuelta a la normalidad. Levantarse de los escombros y empezar de nuevo, ya lejos de las cámaras, las entrevistas y los eventos de recaudación. No podemos dejarlos solos, inmersos en la desolación que los embarga por los familiares muertos, los bienes anegados y la esperanza mancillada.
Un nuevo año, una nueva oportunidad
En esta Navidad hay muchos que urgen ver reflejados en cada uno de sus semejantes el verdadero sentido de una época que va más allá de un simple regalo, cuyo costo no se compara al valor incalculable de un reconfortante abrazo, un mensaje de consuelo, la ayuda espiritual y material que sana corazones y recupera la fe perdida.
Un nuevo año se asoma, la oportunidad indicada para crecer y disfrutar de un trayecto prometedor hacia la conquista de una vida extraordinaria y ayudar a que otros hagan lo mismo. Lo importante, al final de cuentas, no es el destino sino el viaje. He ahí el secreto para que en el 2017 encuentre la felicidad en todo lo que hace, independientemente de Trump, los huracanes, los temblores o todas las anteriores juntas. Siempre habrá motivos para sonreír y tener unas felices fiestas y un venturoso año nuevo. ¡Siempre!
“La muerte no es triste, lo triste es que la mayoría de la gente nunca llega a vivir”.
El Camino de un Guerrero.