Yo no envidio los goces de Asia, pero hay ocasiones en que me gustaría ser chino, o al menos, aprender un poco más sobre esa rica cultura milenaria. Si hay algo que admiro, aparte de la Muralla, Confucio y los Soldados de Terracota, es el profundo amor y respeto que profesan hacia quienes les antecedieron.
Por esas tierras lejanas divagaba mi mente, entre prendas de seda y dragones, mientras aquí, a miles de kilómetros de distancia, se festejaba, en la explanada del Museo de Arte Costarricense, en La Sabana, una fecha muy especial que debería celebrarse todos los días del año, al igual que las dedicadas a otros miembros de la familia.
Les hablo del 15 de junio, Día Nacional contra el Abuso, Maltrato, Marginación y Negligencia contra las Personas Adultas Mayores. Como es tradición, la Asociación Gerontológica Costarricense (AGECO) organizó un evento para promover la vigilancia de los derechos de las personas adultas mayores de Costa Rica.
Destino inevitable
Entre discursos, zumba, dramatizaciones, stands informativos, y otras actividades, los invitados presentes prohijamos las más nobles causas en defensa de los homenajeados, mientras que estos nos recordaron, con su ternura, sabiduría y experiencia que, algún día, Dios mediante, tendremos el honor de ser como ellos.
Es muy lamentable y me duele por el aprecio que les tengo, saber que aún se dan casos de violaciones a los derechos básicos de nuestros adultos mayores, quienes siguen siendo víctimas de agresiones físicas, verbales, psicológicas o patrimoniales. Nuestros mayores, junto a los niños, merecen respeto, amor, comprensión; nunca golpes, intimidación, abandono o desprecio.
A pesar de que muchos le rehúyan al paso del tiempo, la verdad es que todos envejecemos… por más tintes, botox y bisturí con que pretendamos disimularlo. No hay quite. Ni la pócima de la eterna juventud la han descubierto ni Benjamin Button existe en la vida real. De ahí la importancia de apoyar la labor desinteresada que AGECO realiza en pro de los intereses superiores y necesidades elementales de nuestros queridos ciudadanos de oro.
Aunque sus cabellos sean de plata, la verdad es que el título no les puede caer mejor. En definitiva, pese a que no lo puedan expresar con lucidez o la memoria los traicione, lo que guardan cada uno de ellos, en su mente y corazón, es oro puro y la sociedad está llamada a proteger ese invaluable tesoro que representan los más de 600 mil adultos mayores de Costa Rica, -11% de la población total-, según el INEC.
Por una vejez digna
Sin embargo, de nada serviría el trabajo de AGECO, si, por ejemplo, no cuentan con socios ad-honorem en las casas, los centros educativos, el transporte público, los bancos, los supermercados y demás lugares que frecuentan nuestros mayores. Es responsabilidad de todos velar porque sean tratados con respeto y dignidad, cediéndoles el asiento en el autobús, ayudándoles a cruzar la calle, proveyéndolos de alimentos y medicinas, chineándolos y protegiéndolos…
Son múltiples las formas en que podemos prodigarles afecto y demostrarles cuánto nos importan. Y lo digo con la propiedad que me confiere el haber convivido 12 años junto a mis abuelos paternos. Es sacar un ratito para abrazarlos, escucharlos y decirles cuánto los amamos y, si ya no están, elevar una plegaria al cielo para recordarles que nunca los olvidamos. Es sentarse una tarde de domingo a la hora del café a escuchar una melancólica historia de infancia en blanco y negro; es reírse una y mil veces de sus chistes de siempre, es acompañarlos a la iglesia y luego almorzar una sopa con tortillas caseras, hechas con el mejor sazonador que existe: el amor de una abuela. En fin, tantos gestos y detalles que a nosotros no nos cuestan nada y ellos nos los agradecerán por siempre.
Hoy que mi abuelo ya no está y mi abuela no me puede conversar, siento que, si no hablo, de vez en cuando, con algún representante de la edad de oro, mi vida no está completa. Don Carlos, el que cuida la casa de mis abuelos y don Mario, el de las canchas de fútbol 5 donde voy a “mejenguear”, son testigos de ello.
No seamos tan malagradecidos con quienes nos han dado tanto. Cada vez que se agrede a una persona adulta mayor, la patria entera llora de dolor. No paguemos con abuso, maltrato, marginación, o negligencia, el valioso legado de nuestra legión de héroes dorados. Amemos y respetemos las canas. Hagamos que, como en China, aquí también todos los días honremos el 15 de junio. ¿Acaso es mucho pedir?