A menos de dos meses de la segunda ronda electoral, la única certeza que tenemos es que la Presidencia la ganará un Alvarado… y un periodista. Todo lo demás que se diga son especulaciones. Unas más razonables y probables que otras, pero simples conjeturas al fin de lo que nos espera en esta carrera rumbo al 1 de abril.

No recuerdo que haya habido, en nuestra historia reciente, una elección tan reñida y polarizada como la actual. Y no hay nada malo en eso, si la discusión girara en torno a nuestros graves problemas nacionales. Pero, como tal parece que aquí es más importante dirimir si los gays se casan o no, nos hemos tenido que conformar con una campaña monotemática, insulza y carente de ideas técnicas de fondo. ¿Tan bien estamos que lo demás no importa?

Me reconforta saber el llamado que hacen ambos candidatos para dejarnos de pequeñeces y abordar los temas críticos de la realidad nacional. Esto puede contribuir a elevar la calidad del debate y empezar a centrarnos en lo esencial, por encima de todo lo irrelevante y secundario que no vendrá a resolvernos el déficit fiscal, las presas, la inseguridad, la falta de empleo…

Aunque nunca faltan las posiciones extremas, plagadas de odio y violencia, que en más de una ocasión me han hecho valorar seriamente la posibilidad de agarrar mis maletas y autoimponerme un destierro vitalicio allá como por Burkina Faso, debo admitir que han destacado muestras de verdadero compromiso, por parte de diversos actores sociales, para dejar de lado todo eso que nos divide y que, lamentablemente, ha sacado a relucir la peor versión del tico y su intolerancia destructiva.

Cierre de infarto

Volvamos al tema en que sí coincidimos la mayoría: la polarización de la campaña y el cierre de foto finish que se anticipa: ¿Quién ganará? Todo va a depender, en gran medida, del reacomodo de fuerzas políticas que se presenten en estos días y los criterios de elección de los votantes. A juzgar por lo visto hasta el momento, ninguno quiere decir con este Alvarado me caso y parece –al menos así lo manifestaron Alvarez Desanti y Piza-  que van a dejar a sus simpatizantes a la buena del Jesús resucitado para que el 1 de abril elijan en ejercicio de su libre albedrío.

Sin ser politólogo, pero uniéndome al gremio de gurús empíricos que han proliferado en redes sociales, casi en la misma proporción que aparecen técnicos cuando juega la Sele, me atreveré a lanzar mis propios pronósticos  (o batazos) de lo que pueda ocurrir. Si el tema de central de campaña continúa siendo el desgastado cuentico de la familia y los valores, entonces Fabricio lleva las de ganar, si logra capitalizar el apoyo de los votantes del PLN, el PUSC y el PIN, partidos que manifestaron su oposición al fallo de la Corte. Ya con eso Fabricio se aseguraría una buena tajada del pastel. La decisión que tomen los adeptos a las otras agrupaciones políticas también es crucial, aunque difícilmente lleguen a igualar o superar el caudal electoral de las tres citadas agrupaciones juntas.

¿Cuántos de ellos están dispuestos a sacrificar su preferencia, lealtad o tradición para unirse al bando rival? ¿O serán parte del grueso porcentaje de abstencionistas? Este sería el peor de los escenarios, con una Asamblea Legislativa hecha un cubo Rubik y un presidente sin la legitimación popular suficiente para llegar a acuerdos. Resultado: ingobernabilidad total y cuatro años más desperdiciados.

Otro tema coyuntural

Al PAC, por su parte, lo mejor que le puede pasar, conociendo la volatilidad de las preferencias y el perfil emotivo del elector, es que surja un nuevo tema coyuntural de moda, pero alineado a no asuntos de índole personal o moral, sino acerca de los urgentes temas país. Que venga alguna calificadora de riesgo y nos repruebe por no resolver el déficit fiscal, que el Gobierno se vea forzado a recortar programas sociales fundamentales por falta de plata… no sé, algo bien grave que nos haga olvidar por un tiempo la cansada polémica del matrimonio igualitario.

Dado que este un hecho incierto que escapa al control de don Carlos y compañía, lo mejor es que ellos aprovechen sus propios medios y espacios para crear ese contexto favorable a sus intereses, sin caer en un tono en exceso alarmista que podría resultar contraproducente. A la vez, esto les permitiría sacudirse del desgaste inherente a su condición oficialista, aportando soluciones concretas a las demandas de un sector del electorado que está harto del tufo «santulón», moralista e ideológico de una campaña para el olvido.

Así, el PAC podría trasladar la discusión a donde debió haber estado desde un principio: los grandes desafíos nacionales, un territorio conocido donde no solo ha demostrado mayor capacidad y conocimiento, sino que le permitiría también golpear a Restauración Nacional donde más le duele: su falta de equipo e inexperiencia –e incluso torpeza- de sus representantes para referirse a temas de dominio obligatorio para cualquier aspirante a servidor público.

Hasta aquí mi pronóstico. En resumen, el ganador será…algún Alvarado. No, la verdad, confieso que no tengo idea. La política no es una ciencia exacta y siempre da espacio a lo impredecible. Por lo tanto, es mejor no hacer mucho análisis porque, al final, puede que suceda todo lo contrario y nos llevemos una sorpresa. ¿Será agradable o no? Ya eso dependerá de nosotros y de nuestra convicción por honrar la única certeza que, a estas alturas, tenemos, aparte del apellido y profesión de los candidatos: la obligación cívica de ir nuevamente a votar por el futuro de nuestra querida y dividida Costa Rica.