vehiculos

Recientemente leí en el periódico una declaración que me paró el pelo. “La gente no le tiene miedo a la muerte”, sentenció el director de la Policía de Tránsito, Mario Calderón, tratando de encontrar una explicación a la gran cantidad de muertes en carretera. Y es que a juzgar por las cifras, tal parece que el señor Calderón tiene toda la razón. Sólo en los primeros 15 días de setiembre, la Cruz Roja registró 26 personas fallecidas a consecuencia de accidentes viales, de un total de 63 muertes violentas.

Colegas conductores: ¿Qué está pasando que nos estamos matando así porque sí? Seguimos haciendo del “voy a jugármela” nuestro mejor aliado al volante. Lo vemos todos los días. Giros indebidos, la ley del más fuerte o el más vivo, imprudencias, madrazos, falta de cortesía… Aquello se vuelve como una selva caótica donde solo el más mañoso sobrevive, una especie de calle persa donde la gente hace y deshace lo que le venga en gana, en ocasiones, a vista y paciencia de la misma autoridad.

“La gente no le tiene miedo a la ley ni a las multas”, confiesa el señor Director. ¿Y entonces? Para qué tanta alharaca hace unos años propugnando por multas más elevadas y drásticas para parar la matanza vial en que estamos inmersos.  ¡Qué complicado! Si a los conductores ya no les duele que le toquen la billetera ni ir a la cárcel por alguna imprudencia, estamos  jodidos. Pero diay… ¿qué se puede esperar de alguien que ni la muerte lo espanta? Me niego a pensar que necesitamos más víctimas para llegar a un cambio de actitud. Creo que las más de 258 muertes que, según la Cruz Roja, se han producido en el año, son más que suficientes para empezar a modificar nuestros hábitos al volante.

Yo no sé ustedes, pero hoy me siento más seguro en una pista de carritos chocones que en las propias carreteras de nuestro país, ya de por sí colapsadas y obsoletas. Hace algunos días, cuando aún estaba fresca la noticia de una familia completa fallecida en un accidente en Guanacaste, me topé con un auto que, en plena fila india de carros subiendo a San José por la Interamericana, venía en un puro zigzag, adelantando a todos los demás, sin importarle la doble línea amarilla ni la nula existencia de espacio adelante para volver al respectivo carril.

¿Qué hacer para sacar a estos temerarios de la calle o al menos que recapaciten sobre su criminal accionar? Ya vemos que las leyes fuertes y las multas altas no son el mejor disuasivo.  Ni siquiera el alcohol nos está afectando tanto como el atrevimiento y la imprudencia. Hablan por ahí de la necesidad de un cambio de cultura y crear conciencia en la sociedad. ¿Pero qué mayor sensibilización que ver familias llorando la muerte de un ser querido o repasar las alarmantes estadísticas?

Sí, un cambio de cultura, pero ¿cómo lograrlo? He ahí el meollo del asunto. Quizás la respuesta inicia por formar con verdadera educación  vial a los conductores del futuro porque los del presente… ya ni a la muerte le temen.