Era una fría, triste y lluviosa tarde de domingo que contrastaba con la alegría de mi espíritu. Luego de 10 días consecutivos de arduo trabajo, finalizaba con éxito mi debut en la Feria Internacional del Libro 2017. Me dolían las piernas y el estómago. Casi todo el tiempo tuve que estar parado, caminando de un lado a otro, comiendo mal y a deshoras. Sin embargo, ninguno de esos males pudo aplacar mi satisfacción frente al deber cumplido.
Finalmente, había hecho realidad mi sueño: participar en el máximo evento literario del país, ya no como comprador compulsivo, sino desde el bando contrario, como novel escritor y vendedor, orgulloso de ofrecer al público mi libro de actualidad, Bajo su propio riesgo.
Lo que me importaba no era tanto ser reconocido ni vender muchas copias de mi obra, sino demostrarme a mí mismo que sí quería y podía ocupar un lugar de privilegio en tan magno evento, a pesar del largo y desafiante camino que tuve que recorrer para lograrlo.
Un libro de corte periodístico de opinión es lo que Ricardo Carballo, nos muestra en Bajo su propio riesgo. Y recuerden que la este es el último fin de semana de la Feria Internacional Del Libro Costa Rica
Posted by Revista Ikaro on Friday, September 1, 2017
Redescubriéndome
Todo inició con una mala noticia que me dieron a rajatabla y sin anestesia: “José Ricardo, vamos a prescindir de sus servicios”. Eso fue a finales de abril del 2016. Después de casi una década de trayectoria en la empresa, llegaba la hora de decir adiós. El mundo se me vino encima. Afloraron los normales sentimientos de desánimo, tristeza y frustración. “¿Qué hice mal? ¿Por qué a mí?, fueron las primeras interrogantes que me invadieron.
Movido más por la desesperación que por la necesidad, asistí, a los pocos días y sin haberlo asimilado, a una entrevista para laborar en una excelente empresa transnacional. Quizá el puesto era muy bueno y el salario, mejor. No lo recuerdo bien. Aunque debía sentirme contento y agradecido, en el fondo no lo estaba. Había algo que no me llenaba. Estaba a punto de descubrirlo.
Decidí hacer un alto en el camino y tomarme unos meses sabáticos, no para buscar trabajo, sino para una acción mucho más valiosa: encontrar la mejor versión de mí mismo. Saber qué quería, para dónde iba, y –lo más importante- quién soy. Había llegado la hora de invertir en el mejor negocio que nadie jamás me había presentado: mi crecimiento personal.
Me tocó resetear el sistema, bajar la cabeza y aceptar con humildad que, en realidad, me faltaba mucho por aprender, no tanto sobre mi profesión, sino sobre el arte de vivir. Anthony Robbins, Napoleon Hill, T. Harv Eker, Robert Kiyosaki, entre otros, empezaron a desfilar por mi biblioteca. Pasaba días enteros leyendo, aprendiendo, autoevaluándome, saliendo mi zona de confort. Era el momento indicado. Asistí a talleres, leí, veía películas y videos de motivación, me rodeaba de gente y pensamientos extraordinarios.
En cuestión de meses, aprendí más que en mi vida completa; aprendí lo que nunca nadie me había enseñado ni en la escuela, el hogar, el trabajo o la iglesia. Supe que existían conceptos poderosos como educación financiera, liderazgo, riqueza, inteligencia emocional, mente magnética, creencias limitantes y potenciadoras, entre otros temas que transformaron por completo la perspectiva con la que me venía conduciendo.
Me di cuenta que añoraba mi libertad, que quería disponer de mi propio tiempo y recursos; ser mi propio jefe, hacer lo me diera la gana; viajar, conocer, disfrutar… vivir. Quería ser emprendedor, quería una vida de diseño y no por defecto. Lo veía con claridad, no vacilé un segundo y no descansaría hasta lograrlo. Hacia ello dirigiría todo mi tiempo, esfuerzo y energía.
“Yo quiero eso…”
Pero, ¿emprender en qué? Me sometí a un análisis DAFO y la respuesta no tardó mucho en aparecer. Es más siempre había estado ahí presente. ¿O es que acaso no me acordaba, cuando, siendo un niño, participaba en concursos de redacción o cuando, años más tarde, tras ingresar a la Facultad de Periodismo, disfrutaba de pasar horas y horas escribiendo en la computadora?
Ya lo tenía. Me dedicaría a escribir, para mí y para beneficio de otros que así lo requieran. Por esas casualidades que no lo son tanto, empecé a seguir el blog de un periodista español que se dedicaba precisamente a lo que yo anhelaba. Se hacía llamar redactor freelance y en su introducción decía que “escribo para otros porque quiero comprar tiempo para escribir para mí”.
“¡Qué bonito, yo quiero hacer eso también!”, me dije al poco tiempo de estar intercambiando correos e información con quien, a la postre, se convertiría en mi mentor durante esta nueva aventura. Pero no todo fue miel sobre hojuelas. De inmediato, a este lado del charco, empezaron a escucharse las primeras voces pesimistas de los disidentes. Familiares, amigos e incluso un exjefe quien me dijo que ser freelance no era conveniente en un mercado saturado de periodistas ofreciendo sus servicios al mejor postor. “Para qué te vas a complicar” “Busca algo seguro”. “Y si no funciona…”
Presté oídos sordos a los “ladrones de energía” y decidí escuchar los dictados sabios de mi mente y mi corazón. Me importó “un bledo” el qué dirán y continué perseverando hasta lograr mi cometido. Hoy, un año después, puedo decir que no me arrepiento de mi decisión. El camino no ha sido fácil ni ha estado exento de tropiezos, miedos y retos, pero el enfoque, coraje y determinación han podido más que cualquier obstáculo en mi camino hacia la independencia profesional.
Mi pasión
Finalmente encontré en la escritura lo que me motiva y me apasiona. Escribir tanto para mí, a través de mi blog personal –analistahoy.com- y mis libros, como para otros que no tienen el tiempo ni el conocimiento para hacerlo bien o reconocen que este, como cualquier otro oficio, en ocasiones, debe dejarse en manos expertas.
Soy José Ricardo Carballo, redactor freelance o autónomo, especializado en servicios de redacción, revisión y traducción de contenidos impresos o digitales para personas físicas y jurídicas. Me dedico a esto, no por dinero ni porque sea el mejor, sino por una razón más profunda e inspiradora: mi por qué. Escribir me da felicidad y puedo compartirla con los demás, sirviendo y ayudando a cumplir objetivos personales y profesionales a través de contenidos de calidad.
Es mi razón de ser y mi propósito en la vida, al que no renunciaré por más dificultades que surjan sobre la marcha, como los de aquella fría, triste y lluviosa tarde de domingo en la que descubrí que, a pesar de que me dolían las piernas y el estómago, soy completamente feliz con lo que hago y lo que soy. ¿Usted lo es?