No es periodista, ni relacionista público, ni estratega de comunicación. No es el artífice de Esencial Costa Rica ni tiene formación diplomática. Tampoco creo que tenga aspiraciones de ser Ministro de Relaciones Exteriores, aunque adeptos para lograrlo no le faltan –hasta Presidente podría ser, si se lo propone.

Tal vez tenga la popularidad que se desea más de un político y la facilidad de palabra que le falta a más de un comunicador, pero ninguno de esos nobles oficios creo que formen parte de sus prioridades ahorita, menos después de haber tocado la gloria europea por tercera ocasión consecutiva.

Lo suyo no tiene que ver con cocteles, recepciones, menos con micrófonos y libretas. Su fuerte es otro y la cancha donde lo demuestra es totalmente ajena a consulados, mítines y salas de redacción. Lo vemos visto vestido de traje entero a la usanza del más pulcro diplomático, pero su labor la cumple mejor en pantaloneta y con guantes.

No necesita andar haciendo lobby, adulando, hablándole y sonriéndole hasta a los enemigos para ganar respeto y admiración. Basta con que, serio, callado y concentrado, cumpla magistralmente su labor como lo hizo hoy en Kiev y como lo ha venido haciendo, pese a las adversidades, en muchos otros escenarios durante su cuatrienio de oro en la Casa Blanca.

Diplomático de lujo

No voy a entrar aquí a hablar sobre su calidad técnica, su resiliencia, carácter, entereza moral y demás virtudes de sobra conocidas. Ya lo he hecho en anteriores artículos y entrar a calificarlo no sería más que caer en el lugar común. Es tanto lo que ha conseguido que cualquier adjetivo de grandeza le queda pequeño.

Lo que me interesa destacar esta vez es algo que, sin proponérselo ni haberlo planeado, a nuestro Keylor Navas le salió a la perfección. Su misión como Embajador Extraoficial de Costa Rica en Ucrania. A pesar de que allá no teníamos Embajada, ya Navas la dio por inaugurada, demostrando que la mejor promoción que se puede hacer de Costa Rica en el exterior es un costarricense de su talla haciendo con excelencia su trabajo.

Keylor es el más reciente y reconocido en la actualidad dentro del selecto staff de embajadores ad-honorem que tiene Costa Rica en todo el mundo. No citaré nombres para no cometer la injusticia de dejar a alguno por fuera, pero de que los hay, los hay. Y lo mejor de todo es que no les ha hecho falta tener contactos de alto nivel, ni siquiera una consolidada trayectoria diplomática para estar colocando a Costa Rica en la cima del concierto de naciones.

Golpe mediático letal

Que en las primeras declaraciones del técnico merengue Zinedine Zidane, como nuevo campeón de Europa, salga a relucir el “pura vida” no una sino dos veces, eso, estimado lector, eso es algo que no tiene precio. Desde la hazaña de la Sele en Brasil, no habíamos estado en boca y ojos del mundo entero como lo estuvimos durante esos segundos de gloria y publicidad gratis.

Ni todo lo invertido en los últimos años por el ICT en campañas publicitarias ni la contratación del más avezado gurú en temas de comunicación estratégica, puede igualar el significado y relevancia de escuchar a “Zizou” proclamar nuestra frase insigne en televisión abierta frente a millones de personas en todo el orbe. Un golpe mediático de lujo. Unas palabras con un retorno de inversión incalculable. Y, lo mejor de todo, es que no nos costó ni un cinco, ni siquiera la comisión de influencer para el francés.

Como si eso hubiera sido poco, después vimos a Navas recibir la Orejona con la bandera tricolor izada a la cintura, un acto que enorgullece y a la vez representa otro aldabonazo comercial histórico. Esa foto, que ya le está dando la vuelta al mundo y figuró en las portadas de los diarios más prestigiosos, está teñida del blanco, azul y rojo de esta tierra bendita. ¡Qué maravilla!

Nos ahorramos $6 millones

No, si es que lo hubiéramos planeado, nunca nos habría salido tan bien. Ya me imagino al montón de extranjeros investigando sobre Costa Rica para visitar o invertir. Sé que las comparaciones son odiosas, más cuando se trata de deportes, pero la verdad es que aquello fue como que Costa Rica apareciera en los anuncios del entretiempo del Super Bowl, sin necesidad de pagar los 6 millones de dólares que cuesta un spot de 30 segundos.

Dos actos simples, tal vez espontáneos, para algunos quizá meramente curiosos y anecdóticos, pero que sin duda conllevan una alta repercusión mediática internacional y nos deben henchir el pecho de orgullo y patriotismo. Como dijo Zidane, imitándonos a usted y a mí… ¡esto es pura vida!