Por un momento pensé que estaba en los mejores tiempos de Palmares. La plaza se convirtió en parqueo, pista de baile y centro de entrenamiento ecuestre. Decenas de personas aglomeradas en los toldos ubicados frente a la tarima donde minutos más tarde habría música en vivo para calentar aún más el ambiente.

Un simpático payaso, ululando como sirena de ambulancia, abre paso entre la multitud para el tránsito de unos vehículos rezagados que, como buenos ticos, llegaron tarde, mientras que un caballero, ya con sus tragos a cuestas, le pide a su pareja no dejarlo solo en medio de tanta mujer hermosa. “Diay mi amor, no vaya a ser que me roben”, dice, provocando la risa de los presentes.

Eran las 2 p.m. del domingo 27 de enero, el día clímax de las grandiosas fiestas de Pozo Azul de Abangares, 2019. No se movía una hoja y el sol destellaba por todo lo alto de un cielo azul despejado. El calor extremo no era obstáculo para disfrutar de una alegre jornada dominical al estilo guanacasteco. Las bebidas circulaban presurosas de mano en mano y los bloqueadores solares eran tan protagonistas como los sombreros de ala ancha y las botas vaqueras. Las primeras tonadas de la cimarrona Alma Tica de Aserrí, la comparsa y las mascaradas anuncian el preámbulo exquisito del evento cumbre: el tope.

Pueblo a reventar

Desde el piso, los corredores de las casas o los cajones de los pickups, cada uno se acomodaba donde mejor pudiera para no perder detalle. Caballos de diversas razas, colores, tamaños y alcurnias adornaban con su fino trote las calles del pueblo. Apostados a la vera del camino, los espectadores bailaban, tomaban fotos, saludaban y soltaban un gritillo pampero.

Un muchacho sale premiado con una cerveza helada por cuidar un minuto el caballo de un jinete; otro de los participantes, a falta de quien invitar, convida a su propio amigo equino a un trago de su cerveza para juntos calmar la sed. Para serles sincero, nunca había visto tantos caballistas en las fiestas de mi pueblo. Tal vez unos 400, entre inscritos y colados, procedentes de los alrededores y otras zonas más lejanas.

No sé si será el sabor casero de sus comidas cocinadas a la leña, la calidez y buen trato de su gente, la excelente organización o la combinación de todas las anteriores, pero lo cierto es que cada año llegan más fiesteros a este bello y apacible rincón de Abangares, cuyas fiestas ganan en popularidad y afluencia.

Innovando para deleitar

Y con toda razón. Las otrora sencillas y modestas fiestas de Pozo Azul mejoran e incorporan novedades que las colocan en la mira de la comunidad fiestera nacional. Este año, solo para darles una idea, ofrecieron un concierto gratuito al aire libre con Jecsinior Jara y colocaron juegos mecánicos que hicieron las delicias de grandes y chicos.

Además, pudimos disfrutar del grupo de monta Los Populares y la narración de Jorge Arturo González “El Cañero”, a quien tuve el gusto de conocer durante una “chicharronada” en la casa de mi tío Pepo. También hubo espectáculos de monta rústica y jaripeo con montadores de talla internacional que se lucieron sobre los lomos de los ejemplares de las ganaderías más selectas del país como Rancho Grande, Ganadería Mi Tata, El Coyolar, Amigos del Sur y Hermanos Rodríguez.

A la salida de las tradicionales corridas de toros, nos esperaba lo mejor de la comida pozoazuleña (lomo relleno, tamales, picadillo de papaya, vigorones, tamal asado, pinchos, ceviche…) y noches bailables con grupos del calibre de Al Son de Viejillos, Corazón Plata y Son del Barrio. Apenas para sacarle brillo a la pista hasta altas horas de la madrugada.

Justo reconocimiento

Aunque muchos no lo noten, todo esto conlleva trabajo, mística y esfuerzo. Muchas son las mentes y manos que, tras bastidores, hacen posible el éxito de las fiestas. Desde las cuadrillas que arman las tarimas y los encargados de los puestos de comida, hasta los miembros de la Asociación de Desarrollo y otros líderes comunales que, desde las semanas previas, trabajan duro para que todo salga a pedir de boca. A todos ellos, en nombre de quienes estuvimos ahí, mi más sincera felicitación y agradecimiento.

No es que yo, por sentirme parte de este bello pueblo que me vio crecer entre idas al río y mejengas en la plaza, esté parcializado y no pueda opinar con objetividad, pero estoy seguro –y muchos no me dejarán mentir- que, de seguir por la senda actual, las de Pozo Azul de Abangares pronto se consagrarán como una de las mejores fiestas de Guanacaste – y por qué no, del país. Vaya el próximo año y lo comprueba usted mismo. ¡Lo esperamos!