Nunca he sido muy aficionado a las motos, ni de las de juguete ni de las de verdad. No soy de tenerlas, mucho menos de andar en ellas, salvo casos excepcionales donde a falta de un medio de transporte estable de cuatro ruedas, no me quede más remedio que subirme a una o, en su defecto, resignarme a una buena caminada sin derecho a réplica.
Pero, como tampoco soy muy buen caminante, entre los zapatos tenis y el casco, prefiero este último, aunque sea bajo protesta. En ocasiones, la voluntad cede ante la posibilidad de evitar la fatiga, como diría Jaimito el Cartero. Viendo las últimas declaraciones del Director del OIJ, sobre su interés en prohibir más de un pasajero en una moto, como medio para combatir la inseguridad, creo que hasta el citado personaje de El Chavo de Ocho, hubiera estado en contra de la ocurrencia con la que nos salió don Francisco Segura, a quien dicho sea de paso respeto mucho por su conocimiento y amplia trayectoria policial.
Sin embargo, como diría el pueblo y perdonando el francés, en esta ocasión se la peló. En mi limitado entender sobre asuntos criminales, de inteligencia y afines, la delincuencia no viaja sólo en motocicleta. Lo puede hacer también y hasta con más destreza y precisión, en carro, en taxi, en bus, a pie, en bicicleta, en burro y hasta a caballito (y no de palo). Si de salirse con la suya se trata, el hampa no escatimará en cumplir su cometido aunque sea a bordo de un carrito de la Fisher Price.
Bajo esa lógica (¿?), nos veremos en la obligación de prohibir la libertad de tránsito con el argumento de que todo aquel que ose transitar acompañado, sea en moto o en carro, es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario. Sin duda una medida totalmente injusta, arbitraria y cuidado no hasta inconstitucional. Además de reiteradamente probada, con resultados infructuosos, en otros países donde más bien se ha disparado la comisión de delitos, ahora a pie o en scooter, para no “violentar la ley”.
A mí lo que me preocupa no es tanto la búsqueda de vehículos alternativos por parte de los delincuentes, que a todas luces va a suceder, sino el daño colateral que una medida como esta puede acarrear entre las personas honradas y honestas que nos veremos expuestos a una invasión inmisericorde de cada vez más vehículos en la jungla asfáltica de la ciudad, ante la imposibilidad de utilizar motos por temor a que más de un policía confunda una salida a comprar el diario con una tentativa de ajuste de cuentas.
A la hora de andar en moto hay cosas más importantes que un pañuelo de calavera en la cara a bordo de una pandillera y me refiero al ahorro de tiempo y combustible que significa este cómodo medio de transporte para el costarricense promedio que no anda en malos pasos ni merece ser visto como tal, sólo por hacerle raid a un compañero de trabajo y no tener los recursos para adquirir un automóvil.
No confundamos peras con elotes por favor. En asuntos delictivos, el vehículo es un simple medio para la comisión de un fin, el cual no va a desaparecer por la simple eliminación del medio. La inseguridad no la vamos a resolver sacando de circulación las motocicletas, sino hasta el día en que nos dignemos a combatir duro y de frente las condiciones sociales y económicas que en este país se prestan para la multiplicación del fenómeno delictivo: la falta de oportunidades, la desigualdad, la deserción, la expansión del crimen organizado, etc.
Con o sin pasamontañas, con o sin casco, en moto o a pie, el hampa sigue acechando, hasta el día en que nos dejemos de parchecitos para entrarle al problema de raíz, con firmeza, determinación y una visión del fenómeno de la inseguridad que trascienda el plano meramente legal y represivo para abordarlo desde una óptica integral de política de Estado. Hoy la Constitución decreta que la vida humana es inviolable y aún así se sigue matando, el Código Penal establece penas de hasta 25 años por homicidio y las cárceles están llenas de homicidas. ¿Qué nos garantiza que una ley más del montón va a frenar los asesinatos por encargo o los asaltos en vía pública?
La criminalidad no se resuelve a punta de leyes, tampoco con parches u ocurrencias policiales. Si seguimos así el que viaje en moto será el menor de nuestros problemas. Lo más preocupante es que nos gane la carrera…