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Aprovechando los últimos días de exhibición y antes que el Volcán Turrialba los enterrara en cenizas me fui a dar un “raid” a la Expomóvil 2015 dispuesto, paradójicamente y para lamento de las agencias presentes,  a cualquier cosa menos a adquirir carro nuevo. Se me permitía ver, desear y babear, más no comprar.

Como se diría popularmente fui a ventanear (¿o a bombetear?). Al igual que el chiquito que va de paseo al mall y se queda con las ganas de que le compren juguete nuevo, así me paso a mí y un montón de gente más que llega en carro viejo y sale en carro… viejo también. Y no porque queramos, sino porque los retumbos, no del volcán, sino de le economía, no siempre permiten estrenar, por más que el gusanillo del consumismo, que no conoce de crisis, nos conduzca a iniciar una intrépida aventura sobre ruedas.

Y es entonces cuando, en lugar de salir de Pedregal, con una sonrisa en el rostro y la llave en la mano, uno sale más ahuevado de la cuenta, al percatarse de sopetón y sin anestesia, que gran parte de los vehículos ahí mostrados se encuentran fuera del alcance de la modesta billetera del consumidor promedio. ¡A seguir viéndolos por tele y no en la cochera de nuestras casas!

Consciente de que soñar no cuesta nada, ahí va uno de masoquista, ignorando las aguafiestas señales de un futuro económico incierto, decidido a demostrar que en cuestión de fiestas populares y de carros no hay crisis que valga. Bastó una mirada rápida al ingresar, para darme cuenta que estaba adentrándome a un auténtico paraíso automotriz que satisface todos los gustos, ocupaciones, perfiles y presupuestos. Las marcas más prestigiosas de vehículos y otras no tanto bajo un mismo techo ofreciendo lo mejor de su repertorio 2015-2016 al ejecutivo joven, al padre de familia, a la mujer contemporánea… el sueño hecho realidad para cualquier amante de los motores.

Pero lo que más me llamó la atención no fueron tanto  los ejemplares en exhibición, si no todo el micro mundo que se origina derredor. Están todos tan absortos con los Lexus, los Subarú y los Audi que pocos se detienen a observar el curioso fenómeno social que ocurre al calor del acoso de los vendedores y los interrogatorios de los analistas de crédito de las entidades bancarias.

Yo que ya tengo carro y no estoy interesado en enjaranarme con otro, saqué el rato para tomar distancia y observar todo el ambiente que gira en torno a esta famosa y tradicional feria de vehículos. Entre sus visitantes, hay especies del más diverso linaje. Grupos de colegiales matando el rato, parejas de recién casados que piden carro antes que bebé, el hombre de negocios que cambia carro como de calzoncillo, y familias completas en busca de una línea más grande que permita albergar a todos sus miembros, suegra y mascota incluidas.

Sin embargo, no todos son clientes potenciales a la vista de los ejecutivos de venta que, no más entrando, ya lo van midiendo a uno con el rabo del ojo. Con un escaneo rápido de la marca de la camisa, tipo de calzado y hasta forma del caminado, ya ellos se hacen una idea, no siempre realista, de si el visitante quiere comprar o simplemente ojear y tomarse un vinito de gratis, mientras observa, con sonrisa de frustración, las naves  modernas de precios exorbitantes. Puede usted pasearse dos horas enteras por los stands de la BMW, la Mercedes Benz y Motores Británicos que si lo alzan a ver tal vez sea para preguntarle si anda perdido.

Como no todo puede ser malo, algo o, más bien, alguien tenían que salir a levantarnos el ánimo –especialmente a los hombres- para no vernos tan maltratados en nuestro ego de macho alfa conocedor y comprador impulsivo de automóviles.  Es entonces cuando se entra en el dilema de no saber qué modelos ver. Si las de chasis de aluminio, cofre de fibra de carbono, y motor V8 de 650 caballos de fuerza, o las de carne y hueso, de sonrisa adorable, piernas torneadas y caderas prominentes.

He de confesar que tuve la oportunidad de conocer y conversar con una de estas últimas y me puso más nervioso que viajar a 250 km/h en el nuevo Corvette Z06 2015. Diay, ya que no iba a comprar carro, por lo menos invertir el tiempo en hacer bellas amistades que, aparte de ser gratis, pueden resultar más duraderas y valiosas que el mejor chuzo del año. ¡La Expo y sus ventajas colaterales!