¡Qué hermoso puede ser el fútbol! Todos unidos en un solo corazón y sentimiento, no en la defensa de los colores de nuestro equipo predilecto, ni si quiera de la Selección, sino en defensa de la vida de un ser humano: el capitán del Deportivo Saprissa, Gabriel Badilla.
Ahí es cuando vemos que el deporte está hecho para construir y no para destruir, para hermanar y no para separar, para amar y no para odiar. Atrás quedaron las rencillas, los pleitos y la chota entre rivales enconados, lo que estaba en juego era algo mucho más valioso que un resultado o el orgullo herido.
Había un deportista, un padre, un hijo, un ser humano que requería de una operación urgente y delicada en su corazón para eliminarle un tumor que amenazaba su carrera deportiva y, de no ser extirpado, hasta su vida. Morados, liguistas, heredianos, cartagos… cómo cuando se apoya a la Sele, todo éramos uno solo, lanzando vibras positivas y mensajes de solidaridad a Gabriel y a sus familiares.
A viva voz o en oración, por teléfono, mensajes, correo o redes sociales… no hubo medio de comunicación que no fuera testigo del corazón noble del costarricense cuando las circunstancias lo ameritan. ¡Qué bello gesto de humanismo! En momentos así es cuando nos percatamos de lo esencial y caemos en la realidad de que el fútbol es solo un juego y que jamás, bajo ninguna justificación, debe ir más allá. Bien dicen que ni el fútbol ni cualquier deporte debe dar para tanto.
Ver a los de la afición liguista, incluyendo a un amigo envenenado como pocos que no hace más que despotricar contra los lilas (como él los llama) deseándole éxitos y bendiciones a Gabriel en esta dura prueba es una muestra de que no todo está perdido y que aún guardamos un poco de la nobleza, señorío y respeto que en algún momento nos caracterizó.
Más de uno cambió los cánticos ofensivos por alabanzas y oraciones, las acaloradas discusiones por buenos deseos de recuperación, la burla y el chiste por la solidaridad y la compasión. Así debe ser siempre. No hace falta que algún jugador sufra complicaciones de salud para demostrar hermandad. No esperemos malas noticias para demostrar de lo que somos capaces. Es más, no esperemos a que sea alguien reconocido del mundo del deporte, la política o los espectáculos para volcarnos en un sentimiento de solidaridad que debe prevalecer sin importar las circunstancias. Así como en nuestro país se dice que muchas veces debe ocurrir alguna tragedia para tomar acciones correctivas, no aguardemos a que el prójimo sea víctima del infortunio para mostrar compasión y empatía.
Es inevitable que, muchos en el calor del juego, nos apasionamos más de la cuenta y cometemos ciertas imprudencias y una que otra “animalada” pero lo importante es reconocerlo a tiempo, rectificar y ofrecer las disculpas del caso, evitando la violencia a toda costa. Y no pasó a más. Lo que sucede en la cancha debe ser como el sudor derramado, quedarse ahí. Nada de eso que nos vemos a la salida, como decía El Chavo. No podemos caer en esas bajezas indignas. El fútbol debe ser de caballeros… y de damas también por aquello de la equidad de género. Es cierto, es una disciplina de roces, de “meter pata” y una que otra madreada, pero no debemos tomarlo personal ni mucho menos trasladar las diferencias y los choques deportivos al plano extrafutbolístico.
¿Quién no se ha molestado después de un resultado adverso? Yo mismo, en mi condición de portero del equipo de mejengueros del trabajo, en ocasiones me ofusco cuando vamos perdiendo o la defensa me vende. Y aunque más de uno puede que se lleve su “trapeadita”, sabemos que tras el pitazo final todos volvemos a ser compañeros y amigos. Vuelve la risa y la camaradería. En la cancha quedan los pelotazos, la patadita sin intención, el codazo sin querer y demás chispas del balón.
Es un juego, vamos a divertirnos y a relajarnos, jamás a lastimar o herir a algún compañero. Todos tenemos familia, amigos, gente que nos espera después del partido. Eso lo tenemos claro o al menos lo intentamos. Afortunadamente, con motivo de la cirugía de Badilla, parece que los demás aficionados al balompié comienzan a entenderlo así. Esperemos que las barras bravas no sean la excepción. Todo en la vida debe ser con medida, incluyendo la rivalidad. Que corra el balón y no la sangre. El fútbol, como la vida, está hecho para divertirse y forjar valores que nunca debemos olvidar.